martes, 19 de junio de 2007

Llamado a la solidaridad

¿Alguno que haya leído el libro que escribió la pareja de Gabriela Cerruti, Lucas Guagnini, sobre Juan Carlos Blümberg podrá confirmar si en alguna de las 256 páginas se menciona que el empresario jamás se recibió de ingeniero?

Si figura no salió en ningún lado hasta que Francisco De Narváez lo operó desde Ambito Financiero la semana pasada.

A propósito de investigación, parece que el diario que fundó Julio Ramos le birló la operación, perdón, la información a Página 12.

6 comentarios:

  1. Como bien apunta Samurai Jack, lo importante de la opereta no es que Blumberg sea o no ingeniero. Es una excusa para no discutir las ideas, en unas elecciones donde importa más la imágen y el prontuario que cualquier otra cosa. Lo importante de Blumberg, es que, recibido o no, sus propuestas son fascistas y regresivas, y que la gente las acepta sin debatirlas por un poco más de seguridad.

    Cuánta razón tenía Hobbes, y qué poco escuchamos a Franklin, cuando afirmaba "aquellos que están dispuestos a ceder sus libertades en pos de un poco de seguridad, no merecen ninguna de las dos."

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  2. perdón... una pregunta, ¿cerruti escribe?

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  3. Ahora, más allá de que dijo la verdad; que hijo de remil puta este colombiano eh!

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  4. El libro no dice ni afirma nada. En realidad es malisimo. Pero se pregunta en un momento si a Blümberg le daban los años para recibirse cuando dijo y donde dijo.

    Bierce. Cerruti escribe pero violando el off the record

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  5. En la nota de Página sobre el tema Blumberg del día que estalló el quilombo se referencia al libro de Lucas -ojo que con el Y2K explota el mundo- Guagnini. Dice la nota que dice el libro que Blumberg "comenzó" a estudiar ingeniería, que después estudió en Alemania y que pocos años después ya era conocido por todos como "el ingeniero".

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  6. Aguilucho aporta un lindo dato sobre el marido de la llamada "Traidora" (del off the record) o también "Traidora del Traidor" (del traidor de Telerman). En Clarín, Guagnini y otros sabios se pasaron seis meses investigando el efecto y2k para hacer tres notas alarmistas sobre lo que nunca pasó.

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