Gravísimo y peor

El periodista Carlos Russo sufrió el martes pasado una clara intimidación por la cobertura que realiza del escándalo Skanska. Unos tipos se le metieron en el departamento a punta de pistola detrás de su mujer y su hija pequeña y concretaron un robo bastante particular cuyos detalles el mismo contó en algunos medios radiales y hoy plasma en la edición impresa de Perfil.

Más alla de la cuestionable cobertura que hacen ciertos medios sobre este escándalo de corrupción (porque si lo dan, lo dan chiquito y en páginas pares), me parece un hecho gravísimo y peor todavía que no sólo no haya salido en ningún medio gráfico (¿se imaginan si la víctima hubiese sido un Gerardo Young o un Daniel Santoro, por ejemplo?) sino que Perfil no haya salido a poner de manifiesto la seriedad del asunto o que, en el peor de los casos, no haya estado a la altura de la circunstancia siendo que por mucho menos se presentó como víctima de este Gobierno (que en parte lo es).

Ah, tampoco ningún sindicato de prensa salió a repudiar la intimidación.

Ojo, ya no es la descalificación pública, la amenaza de muerte, el apriete en la calle o la llamado de un funcionario: ahora se meten en tu casa, exhiben armas delante de tus hijos y te roban la libreta de apuntes.

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Y el contenido

"Estás entregado"

Carlos Russo*

El último martes se produjo un hecho extraño más en la saga del caso Skanska. Es que el escándalo tiene sucesos raros, como aquél en el que se intentó incendiar la causa en la Sede Central de la AFIP, o aquél otro, en donde una de las escribanías presuntamente involucradas en la parición de la empresa fantasma Infiniti Group, sufrió una insólita toma de rehenes en pleno centro porteño. Un operativo que para colmo de extrañezas, estuvo comandado por una mujer.

Dentro del juzgado de Javier López Biscayart, quien inició la investigación, también pasaron cosas insólitas: una “visita” de agentes de la SIDE para que direccione un proceso en una forma determinada. La negativa de ese organismo para no escuchar a todos los teléfonos de los integrantes de Infiniti Group –que quizás dejó afuera de las escuchas a los jefes máximos de esa organización ilegal– también puede sumarse a la lista. Es en ese contexto en donde el martes 27, entró un hombre de unos 23 años a mi dormitorio mientras decía, sin gritar, “estás entregado” y mostraba un calibre 38. Detrás de él, llegaron mi hija de 7 años y mi esposa, apuntadas por otros dos individuos.

Pidieron plata y joyas, pero lograron un magro botín de 200 pesos y un par de anillos. Eso, sin embargo, no los erizó. Dos de ellos recorrieron la casa con tranquilidad. El tercer delincuente que nos tenía de rehenes en el dormitorio, revolvía los cajones con poco esmero. Después de quince minutos eternos, nos encerraron y se escaparon en mi auto.

Cuando nos liberamos, anduvimos por casa como en un balance: se llevaron un dvd, dos reproductores de mp3, mis dos teléfonos celulares, mi agenda electrónica y no mucho más. Hasta que descubrimos una inesperada vocación de la banda por los escritos periodísticos: se habían robado también mi cuaderno de anotaciones –un simple block anillado– y todos los papeles del escándalo Skanska. Fueron poco eficaces en lo privado, pero quirúrgicos en lo de interés público.

Es posible que el hecho sea nada más, que un simple asalto. También es probable que no lo sea y que se haya tratado de una amenaza. O de un mensaje: “Te entramos a tu casa cuando queremos”. Aún no lo sé, pero el suceso me provocó una reacción paradojal: lo tomé como un nuevo impulso para continuar con mayor entusiasmo en la investigación de este caso.

*Editor jefe de PERFIL